Hay hechos de extrema violencia que desbordan nuestra subjetividad y que atraviesan nuestro cuerpo antes de poder siquiera ser nombrados. Hay hechos tan descarnadamente violentos que exigen una resistencia igualmente descarnada, pues los adjetivos han dejado de cumplir su función y nos lanzan, desnudos, al enfrentamiento con eso real imposible de creer. Es este el panorama descrito en La Vegetariana, la premiada novela de la escritora surcoreana Han Kang.
En sus páginas nos encontramos con Yeonghye, una ama de casa promedio quien un día, para desconcierto de su marido, decide dejar de comer carne. Este hecho anodino pasaría desapercibido de no estar narrado por la voz del confundido esposo, totalmente despojado de habilidades culinarias y obligado, por ende, a adherirse a la dieta vegetariana impuesta por su mujer. El coro de voces se completa con los capítulos dedicados a Inhye (su hermana) y al esposo de ésta (su cuñado). Desde dichas perspectivas somos testigos de las múltiples violencias que el cuerpo de la protagonista sufre a lo largo de la historia. Violencias que, al ser narradas por voces ajenas, pierden un poco de su fuerza devastadora y permiten al lector salir casi indemne.
Sin embargo, entre los intersticios de algunas páginas, logramos alcanzar la voz de La Vegetariana y conocer sus más profundos miedos y reflexiones. A través de delgadas rendijas, podemos acceder al relato de sus sueños y recuerdos de infancia que más que permitirnos entender su decisión de no comer carne, nos habilita muchas preguntas sobre las formas que esta mujer pudo encontrar para hacer frente a sufrimientos innombrables.
¿Cómo resistir a la violencia cuando ésta es demasiado cruda, demasiado real para ser tramitada por nuestra consciencia? ¿Cómo hacer el duelo a lo que fuimos cuando no hemos sido capaces de reconocer que ya no somos? ¿De qué manera protegernos si la materia de la que está hecho el peligro nos atraviesa de lleno antes de dejarnos poner en guardia? Yeonghye, como la mayoría de nosotros, nosotras y nosotres, no halló respuesta a estas preguntas y optó por resistir desde su propio cuerpo, un cuerpo despojado de artificios, un cuerpo deseado más no deseante; un cuerpo alejado de lo humano, porque lo humano es, por definición, violento.
La implacable narrativa de Kang nos adentra en el mundo de Yeonghye con un ritmo rápido y voces carentes de culpa que no dejan ileso al que la lee y, por el contrario, lo atraviesan desde múltiples y simultáneos flancos para luego dejarlo perplejo ante la certeza de que es imposible nombrar el horror.
Lina Ramos
Psicóloga y Mediadora de Lectura